¡Animemos a nuestros hijos a hablar de emociones!
- mmichans
- 16 jun 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 jun 2020

Si fomentamos que expresen sus sentimientos les enviamos un PODEROSO MENSAJE: “Te veo”, “Te escucho” y “Me preocupo por ti” y, además, que es apropiado hablar de emociones sin empañarlas de juicios y creencias preestablecidas. Las emociones, si o si, forman parte de nosotros, no podemos ignorarlas e influyen en nosotros poderosamente. Si no les prestamos atención no podemos estar seguros de cómo van a influenciar en aquello que pensemos, digamos o hagamos, lo cual puede complicarnos la vida.
Enseñemos a nuestros hijos desde pequeños a identificarlas, ponerles nombre y sobretodo a legitimarlas (permitir que transiten en nosotros y aprender a gestionar qué hacer, es decir, “que la emoción no tome las decisiones por nosotros”). Esto es especialmente importante porque nos regalan una información valiosa sobre quienes somos y qué necesidades
tenemos.
“¿Cómo te sientes? Pareces abatido, enfadado, etc según resulte apropiado. Esto les ayuda a poner nombre y establecer grados de intensidad."
Estar atentos a las “huellas dactilares” (cara colorada, ceño fruncido, temblor, patrón de respiración…) y enseñarles que las reconozcan. Esto nos llevará a conocerlos mejor y que ellos se conozcan también en mayor profundidad. Son “huellas dactilares” porque son únicas y es preciso reconocerlas mientras nuestro
cuerpo nos las muestra, ayudando a nuestros hijos que tomen consciencia cuando esto ocurra.
“Cuando te veo hacer… sé que te pasa algo. A veces esa actitud quiere decir… pero no estoy seguro. ¿Tengo razón, o se trata de otra cosa?”. Cuesta resistirse a la tentación de creer que sabemos exactamente lo que le pasa y cómo se siente (“es mi hijo ¿Cómo no lo voy a saber?, además ¡Yo también he sido niño!...”). No olvidemos que lo que siente “le pertenece a él” y es fácil caer en el “ya sé lo que te pasa” o “no deberías sentirte así porque yo….”.
“Por lo visto hay algo que te preocupa. No actúas como sueles hacerlo. Me gustaría hablar contigo de esto”.
Lo que más va a agradecer es que preguntemos sin apego a nuestra historia y sin juzgarle. Sólo sin juicio escucharemos su necesidad insatisfecha o lo que está pidiendo detrás de un comportamiento inadecuado o unas palabras inapropiadas.
Marta Michans
Educadora
Equipo de "Emocionados por educar"
Comentarios