El Futuro está en sus manos
- lpuigjo
- 17 jun 2020
- 2 Min. de lectura

Esta semana he leído un artículo de un profesor de Yale, William Deresiewik que me ha dejado una sabor muy amargo. Este profesor de universidad ha comprobado con sus propios ojos y en su propia piel la frustrada experiencia del estudiante de centros de élite, de los mejores del mundo. Producen “súper personas” -explica-, los mejores preparados, con varias carreras, practican deporte como si fueran casi profesionales, hablan varios idiomas, manejan a la perfección un instrumento musical y han ofrecido su ayuda a organizaciones no gubernamentales en los rincones más recónditos y desfavorecidos del planeta (como si solo les importara el valor que representa en su currículum y no el vivir esa experiencia y aprendizaje de vida).
"¡El futuro está en sus manos! ¡Desde luego tiene que estarlo con tamaño curriculum!"
Sin embargo -sigue diciendo-, están llenos de MIEDO, INSEGURIDAD, ANGUSTIA
y TIMIDEZ. Desconocen que quieren hacer con su vida más allá de ganar dinero
y vivir la vida que otros han construido para ellos, preocupados por conseguir la
aprobación de los demás.
Como madre me preocupa, por supuesto, que mis hijos se formen como buenos
profesionales pero para mi no es suficiente. ¿Es suficiente para ti? Quiero además que sean buenas personas. La Vanguardia recogía hace unos días las palabras de Howard Gardner diciendo que la diferencia entre un buen profesional y un profesional excelente está en ser una buena persona.
Quiero que mis hijos sean felices y disfruten de la vida, que sean emocionalmente
equilibrados. Que reconozcan el sufrimiento del otro y sepan ayudar. Que asuman sus decisiones con responsabilidad, tengan iniciativa, ganas de vivir y superar las adversidades de la vida. Que sepan compartir y colaborar en proyectos que les apasionen y que, en última instancia, quieran crear y dejar un mundo mejor.
"Esto no puede conseguirse si no trabajamos desde niños un montón de competencias y habilidades emocionales."
En los primeros años de la vida de un niño se conforma su estructura emocional que es la base sobre la que se construye todo lo demás. ¿De qué sirve que un niño sepa ubicar en un mapa todas las capitales de Europa si no sabe dónde colocar su rabia? ¿Para qué tanto empeño en que obtenga las mejores calificaciones si no sabe disfrutar del camino, del proceso y se frustra si no consigue lo que quiere?
Por tanto, es indispensable un acompañamiento desde bien pequeños que contribuya al crecimiento integral del niño, para que así aprenda a valorarse y a valorar al otro, adquiera concienciación de sus propias emociones y las reconozca en los demás, se descubra a sí mismo con sus potencias, limitaciones y sus valores. Solo así estará preparado para adquirir poco a poco aquellos recursos y habilidades que le permita afrontar los retos que la vida le presente, es decir, se sienta capaz y feliz de hacerse responsable de su propia vida.
Lucas Puig
Psicólogo General Sanitario
Psicopedagogo
N. Col. 25137
Equipo de "Emocionados por educar"
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